
El Despotricador anhedónico (2025) Generada con IA.
Me llamo Gregorio (Greg para los amigos). Tengo demasiados años y las condiciones mentales seriamente mermadas (vivir rodeado de cenutrios tiene un precio). Aunque hay momentos en que soy consciente de que existo, la mayor parte del tiempo lo gasto intentando asegurar mi libertad individual a un dtótem. Pero no sirve de nada. Una y otra vez me la roban, la violan, la desprecian, la golpean, la pisan y, a veces, incluso defecan sobre ella. Cuando me la devuelven completamente gastada tengo que volver a utilizar ese valioso tiempo que tanto me cuesta, tranquilizándola, curándola, limpiándola y acariciándola.
Mis necesidades emocionales e intelectuales no son tan diferentes de las de cualquier ser humano al que la naturaleza del sentido común haya dotado de libre albedrío. Y como ser humano, inteligente, capaz y temeroso de los demonios de la estulticia, nunca me cansaré de glorificar a los perdedores que gastan sus horas alimentándose de frases coherentes, fusas y semifusas o planos subjetivos. El resto, los incondicionales yonquis de la involución y toda esa gran caterva de ignorantes prescindibles, simplemente ya no existen, aunque a veces, cuando me lamento y sollozo tirado en el suelo, les oigo respirar calladamente mientras esperan una posible y poco probable oportunidad.
Como no tengo el conocimiento etimológico suficiente para discernir si la muerte en sí es un estado de perfección absoluta o simplemente un descanso involuntario, forzoso, imprescindible pero inevitable y auténticamente necesario, he decidido seguir viviendo. Viviendo o sobreviviendo de la única forma que conozco: esperando algo. Y esperaré por lo menos hasta que comprenda el significado oculto y la diferencia fundamental entre ambos vocablos: vida y muerte.
Pero, al mismo tiempo soy un tipo complicadamente sencillo, o sencillamente complicado, según quien me defina. Si lo hicieran mis amigos, los que llamo verdaderamente amigos y que no son tantos, la primera definición sería la correcta, pero si por el contrario preguntas a mis enemigos, es casi seguro que se decantarían por la segunda.
Exceptuando la estúpida e inane acción de introducirse un cactus del género Opuntia por el trasero, no existe nada más arriesgado que escribir sobre uno mismo. ¡Es completamente imposible! Pero como la dificultad me excita, voy a intentarlo en unas breves líneas: soy un viejo trotón saltarín sarcástico y cínico que entre otras cosas admira a la gente munificente y que no se toma la vida demasiado en serio. ¿Físicamente? Mido 182 cm (184 de puntillas y 187 con sombrero), color de piel aceitunado (variedad arbequina), ojos marrón ratón y complexión a juego con mi sombra. Entre mis hobbies (necesarios para no sufrir una apoplejía hipofisaria) están la música (años 60-70, clásica, jazz), el cine (sobre todo el clásico y de autor), libros (ensayo, filosofía), escribir (es mi profesión y a menudo mi gabinete psicológico), interactuar con los animales, la jardinería, budismo Zen, la luna, tocar instrumentos musicales y domesticar anchoas.
¿Un poquitín mas sobre mí? Soy ateo, antimonárquico, gilipollofóbico, a veces dictador, otras redentor, pero la mayor parte del tiempo un simple refugiado. Capricornio ascendente Aries (aunque esto me la refanfinfla); valenciano de nacimiento pero ciudadano del mundo que no cree demasiado en fronteras, banderas, himnos y demás zarandajas, que abomina de la mentira y la traición y que vive exclusivamente en el AQUÍ Y AHORA. En resumidas cuentas: un exjipi por fuera y un jipi (todavía) por dentro, cuyo lema es «Vive y deja vivir» y que aunque tiene 60 años, como dije antes, solo aparenta 59.
Para más info sobre mi: viajar a Ío (un satélite natural de Júpiter).
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