Email del 15 de diciembre 2014
![]() |
| Ronnie Landfield. Something else (1967) |
Hey:
Últimamente no me apetece demasiado escribir. Mi única necesidad vital es reconstruir lo que queda del individuo que fui en algún momento y, una vez reparado, darle una buena paliza (o dos), y volverlo a dejar listo para una nueva reedificación. Claro que pegarme a mí mismo (con o sin saña) no es una terapia regeneradora, por lo que creo que me dedicaré a reflexionar y, sobre todo, a mantener la esperanza de que lo que he aprendido no vuelva a repetirse bajo ninguna circunstancia. ¿Has intentado alguna vez meter dos balones de fútbol en un vaso de cristal? Es totalmente imposible. Sería factible si el vaso fuera de un tamaño descomunal o, simplemente, hicieses trampas. Yo hice trampas, pero aún así el vaso estalló como una bomba de hidrógeno y cientos de pequeños pedazos de vidrio salieron volando en todas direcciones. Uno de ellos lo hizo con tanta fuerza por una de las ventanas que fue a clavarse en el ojo de un viandante. Ahora ese tipo me pide que le pague la operación ocular y un viaje a las Fidji para él y su amante presbiteriana y parapléjica.
¿Por qué nos complicamos tanto la vida? Podríamos vivir cómodos y despreocupados, emocionalmente hablando, pero nos obligamos a traspasar los límites que dicta la razón. Todo para poder sentirnos menos aislados interiormente. Olvidamos que la soledad íntima es un regalo biológico al que no sabemos sacarle ningún partido. Si tú o yo o cualquiera de los que nos rodean fuéramos chuchos, nos bastaría con olisquearnos las glándulas anales; pero al estar dotados de ese arma mortífera llamado cerebro que nos legó la evolución a modo de venganza, nos creemos tan superiores (y tan extraordinarios) que sólo nos sentimos capaces de solucionar las carencias añadiendo disgustos, dudas o preocupaciones. En definitiva, acunando silenciosamente al ente inmaterial que hemos manufacturado y que algunos llaman vacío.
Sigo esperando que suceda algo. Ya casi está ocurriendo. Lo noto en mi estómago. Lo percibo cuando miro en cualquier dirección. Es un algo diferente al resto de «algos». Su concepción es extraordinaria y sus partículas no alteran la pureza de ninguno de los elementos que lo forman. Puedo escuchar el sonido de su abundancia y soy capaz de percibir las líneas que han marcado su trayectoria. Cuando cierro los ojos su luz traspasa mis párpados. Por las noches su presencia me acompaña en la práctica totalidad de mis sueños.
Email del 15 de diciembre 2014 Leer más »




