Email del 20 de noviembre 2022

Pierre Bonnard. Toilet with a bouquet red and yellow (1913)

Amiga:

Me encontraba vaciando los intestinos cuando de repente sonó la puerta. No es que la puerta se pusiera a emitir sonidos, sino que alguien apretó con ganas el timbre que sirve para avisar de que hay gente (generalmente imbéciles) al otro lado. Me subí los pantalones con una rapidez inusitada para un tipo de mi edad y me dirigí con los ojos sanguinolentos a asesinar al gilipollas de turno, pero a mitad de recorrido me quedé totalmente paralizado y toda mi vida pasó y bailó alrededor mío. Mientras los hechos pasados se pegaban por emitirse en el receptor de mi cerebro, el imbécil del otro lado seguía llamando a la puerta como si ese fuera el último día de la raza humana en la Tierra. En un momento dado, mis manos dejaron de asir el pantalón que cayó hasta quedarse descansando sobre mis tobillos, y mis genitales, normalmente impacientes, quedaron expuestos y ofrecidos al mejor postor. Menos mal que en esos instantes el único postor era un Lepisma que correteaba con dicha por la ventura de una pared. Supongo que habrían pasado unos 30 minutos, aunque a mí me parecieron 32, quizá 33, cuando la fuerza que paralizaba mi cuerpo salió disparada por una ventana y me dejó la cuenta sobre una mesita baja que normalmente hace de consola: 256 euros por la paralización y 25 euros de IVA. Cabreadísimo, abrí la puerta para apalear al que instantes antes la aporreaba como un poseso pero ya no había nadie, solo una factura descansando satisfecha sobre el suelo. La agarré con desdén y pude leer que la empresa dedicada a molestar, INCORDIA S.A., me había multado por no recibirles con 60 Euros (IVA incluido). Intenté respirar profundamente pero sin duda me pasé de profundidad porque casi esnifo la alfombrita que recibe a los visitantes con un ¡Lárgate! bien grande y claramente legible.

Puedes creerte o no lo relatado en el anterior párrafo, pero te aseguro de que TODO es real y que TODO me sucedió hace un par de días. Desde entonces ya no he vuelto a intentar evacuar. Seguramente por esa razón mi abdomen parece una esfera armilar o una alcancía. Te juro por Avalokitesvara que ni siquiera tengo ganas de prohijar, frutecer, ni cesantear.

Greg