Email del 23 de diciembre 2021

 

Henri Rousseau. Mandrill in the jungle (1909)

Hola:

Ayer leí de un tirón un ensayo sobre pocería. Luego intenté excavar una poza en la cocina. Cuando un cúmulo de escombros cayó sobre la fritura de sardinas de la vecina de abajo y esta comenzó a gritar como una poseída, reparé en lo influenciable que puedo llegar a ser cuando me aíslo de la sociedad por un indeterminado lapso. Callar la boca de la posesa no me llevó demasiado, pues todos los hombres (y un montón de mujeres) sabemos que un oportuno cunnilingus bien perpetrado es capaz de tranquilizar hasta la residente más asexual, sin embargo, me costó mucho más tiempo consolar a su fornido marido. Una vez resarcido el desaguisado, y de nuevo en mi casa, me concentré en una mancha de oporto barato, probablemente adquirido en Alcampo, que reposaba tranquilamente sobre un azulejo blanco de 15 x 15. Siempre me ha gustado concentrarme en salpicaduras y chafarrinones. Eso no quiere decir necesariamente que me encante la mugre, aunque mantengo cierto respeto y consideración cuando aparece.

Cambiando de tercio, recordarás que tengo un contrato con una pequeña editorial especializada en niños de 2 a 5 años. Por si te interesa, estoy escribiendo la segunda parte de La sapita Piluca, lo cuál es bastante extraño porque todavía no he escrito la primera. Cuando termine ambas, me meteré de lleno con La ranita Araceli y La tritoncita Casilda. Para no encasillarme con las historias de anfibios hembras proseguiré con Cecilio, el jabalí descuartizador del parque natural de la sierra Calderona, y si es necesario continuaré el argumento en dos o tres volúmenes más. Todo sea por el dinero, ya sabes, esas piececitas redondas de metal y esos papelitos rectangulares que nos convencen de que no estamos ni estaremos jamás en la más absoluta inopia.

Te echa de más,

Greg  

P.D. 
¡He tomado una decisión! Ayer tomé otra; después engullí mi montón diario de pastillas. Algunas de ellas me dibujan sonrisas conspicuas en la cara. Otras hacen que las defecaciones sean compactas e indoloras. El resto, desconozco si realmente sirven para algo, pero llevo tanto tiempo tragándolas que solo pensar que debería desdeñarlas me paraliza por completo. Y paralizado por completo me es extraordinariamente difícil imitar a un mandril (más o menos) empalmado.