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Alan McDonald, «Easyrider» (2008) |
Hola:
Si por algo quiero ser recordado -me refiero a cuando deje este mundo, y créeme, pienso hacerlo cantando la internacional o por lo menos tatareando una melodía del inmenso catálogo de Kurt Weill- es por mi probada afición a despotricar sobre los malos rollos de nuestra existencia y mi gilipollofóbia atípica, insólita, excepcional y, sin embargo, pobremente estudiada por los psicólogos que tuvieron el inmenso placer de analizarme y de aprender las sutiles diferencias entre lo mejor dentro de lo más horrible y lo peor sumamente bueno o francamente insuperable. No es que esté pensando en morirme, ni siquiera se me pasa por la cabeza, es que últimamente sólo me preocupa dejar algo para la posteridad, aunque sea una colosal regurgitación debida al reflujo gastroesofágico o un pequeñajo y verde esputo flemático. Ya sabes, algunos dejan sus pensamientos en forma de libro, otros una colección de facturas impagadas, yo soy diferente y prefiero legar el fruto sacro santo surgido de una hedionda función corporal.
Vivir es una afición y como todas los buenas aficiones, cuesta un dineral y al final llega un momento en que uno se plantea si en lugar de respirar no hubiese sido mejor transformarse en abono o compost del bueno y alimentar a una o varias petunias. Hay tantas formas de vivir como granos en mi frente; desde luego no voy a enumerar las múltiples formas de sobrevivir que utiliza el personal humano, pues no es el momento ni tú la persona adecuada, pero sí voy a tratar de profundizar en las pocas maneras de no vivir que existen y que por algún motivo siempre son las mismas. Según mi otra personalidad oculta, se pueden distinguir sesenta y cuatro procedimientos efectivos para transformar el bendito y sencillo sufrimiento en asquerosa paz repleta de tranquilidad, alegría y sosiego. De esos sesenta y pico métodos, el más efectivo es la llamada «técnica sutil programática aunque cláramente esquizoide» desarrollada por el primo hermano por parte de madre de Fernando Arrabal y que consiste en arremeter como un rinoceronte herniado contra todo lo que tenga que ver con el estoicismo o sus funestas consecuencias.
Acabo de releer las líneas anteriores y no he comprendido absolutamente nada, así que acabo de decidir que voy a volver a la cama a ver si tengo suerte y recupero el sueño anterior. Cuando vuelva a despertarme, procuraré volver a escribirte el mismo email pero de una forma más comprensible (por lo menos lo intentaré).
Besos.