Email del 18 de enero 2012

Jacek Yerka

Hola:

Dormir puede llegar a ser un placer al mismo tiempo que una necesidad, sobre todo si se duerme en silencio y henchido de lo que algunos pensadores repipis denominan «paz mental». Mi paz mental es de primera categoría -la compro a un alto precio- pero en cuanto a molestias causadas por las vibraciones de las estructuras naso-orales ajenas no puedo decir lo mismo. Mis vecinos roncan de lo lindo, su  bulldog francés no se queda atrás, y entre todos van a tirar las paredes que separan su habitación de la mía. A veces, aunque me acuesto vestido con un bonito pijama de franela rosa, me despierto casi desnudo debido a las vibraciones. He pensado seriamente en enviarles un regalo anónimo en forma de tarta de arándanos envenenada con jugo de ricino concentrado y un hueso explosivo (este último para el perro), pero estoy seguro de que mi estúpida conciencia me lo haría pagar realmente caro, así que de momento no me queda otra que aguantar su síndrome de apnea obstructiva o trasladar mi cama al aseo; por supuesto también puedo intentar dormitar encima del microondas sin grill, en la cocina (no quiero que creas que caliento mis vasitos de leche y la comida prefabricada en el wc).

Recuerdo la noche que vi el primer capítulo de la sobrevalorada serie yanqui de zombis titulada «the walking dead». Imagínate dormir escuchando los ronquidos lastimeros colindantes después de haber asistido a un festival de estertores y casquería. Es absolutamente normal que al despertarme mirara detrás de las puertas para cerciorarme de que allí no se escondía ningún «caminante», o muerto viviente o como diantres quieras denominar a esos tipos azules con la piel colgando a tiras que mientras andan renqueantes extienden los brazos casi completamente huesudos y ululan una especie de «huuuaaaaarrrr, huuuaaaaarrrr, grooooonfff, grooooonfff».

¡Cómo me gustaría vivir en el campo! Sin vecinos molestos cercanos y rodeado de grillos (¿los insectos roncan?) y plantas silvestres; asistiendo a amaneceres espectaculares y respirando nitrógeno, oxígeno y argón de primera categoría. Es posible que antes de cumplir los noventa mi sueño pueda hacerse realidad si juego todos los jueves y sábados a la primitiva o, por lo menos, si ingreso en el banco, en una cuenta especial, toda la pasta que consiga atracando poceros cobardes cuando regresen a casa para ser torturados psicológicamente por sus esposas, por supuesto, una vez finalicen sus cochinamente sucios trabajos. ¡Bueno!, podría intentar ligarme a una rica heredera pero casi todas tienen bigote y pene y, como comprenderás, todavía no estoy preparado para ciertos «adelantos»…..

Un abrazo.