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Andrew Wyeth, «The Master’s Bedroom» (197?) |
Holaaaa:
Ante todo, debo disculparme por no haberte escrito en varios días, pero unas voces que resonaban dentro de mi cabeza obligándome a cambiar de marca de bóxers (de Unno a CK) me lo han impedido. Una vez resuelto el problema, vuelvo a estar en forma para contarte las pequeñas vivencias que, de forma aparente, apresuran mi colorida existencia y la empujan hacia cotas increíbles de sinrazón y despotismo. La verdad es que en estos días no me ha pasado nada especial, pues todo en sí ha sido particular y específico; sin embargo, las noches y sus tremendos sueños sí podrían ser claramente remarcables y, por qué no, investigables. Te dejo una pequeña relación de éstos:
Día 20: Una mariposa vestida con un traje ceñido de cuero me cobra sólo cien euros por una liposucción en la nariz, mi zona más grasienta, pero durante la intervención el lepidóptero jefe se equivoca y acaba con mi vida. Siete meses después, aunque en el sueño sólo pasa una décima de segundo, mi nombre es venerado en todo el bosque de Kayak y con los restos de sebo sobrante de mi napia se fabrican velas votivas de varios colores y formas diferentes, que se venden a aprecios abusivos en las tiendas cristianas y santerías.
Día 21: Debido a una pedorreta, mi esfínter se desintegra y debo resignarme a un trasplante anal completo. Por alguna razón, a última hora decido no someterme a dicha operación y convertirme en «el hombre sin esfínter anal» (withoutanalsphincterman), el último de los grandes superhéroes.
Día 22: (Seguramente debido a un empacho bestial por culpa de una cena salvaje a base de mariscos y embutidos no recuerdo el sueño, por lo tanto me es imposible transcribírtelo)
Día 23: Me encuentro internado en el pabellón de seguridad de un hospital cualquiera, rodeado de policías que no dejan de bailar «La Bayadere» agitando las porras entre sus manos. De repente, a uno se le dispara el arma reglamentaria y se sofríe los testículos. Ante la visión de la sangre y de pedazos de criadillas desperdigados por las paredes me entra un ataque de risa, pero justo a los veintitrés segundos caigo fulminado al suelo. El resto de polis sigue danzando la pieza de Ludwig Minkus hasta que se hace de noche y de mala gana tienen que ponerse los pijamas.
Como te habrás dado cuenta, TODOS los sueños tienen un denominador común: dolencias y clínicas. ¡Y eso que mi salud actualmente es de hierro forjado!… Bueno, de hierro forjado pero trabajado por un herrero con tendencias esquizoidemente luctuosas. Pero ojo, no me malinterpretes, sigo siendo igual de feliz que cuando tú me limpiabas la casa y yo te pagaba dos euros a la hora, pero eso sí, con pequeños ataques de pánico y tos, seguida de algunas expectoraciones, seguramente producidas por mi propensión a esnifar cebollas.
Bueno, querida amiga, te dejo ya, este pequeño email sólo ha sido confeccionado para evitar que te preguntes: ¿qué cojones le pasará a este tío?
Besazos