Email del 1 de septiembre 2021

 

Ilya Repin. Religious procession (1877)

Amiga mía:

La existencia me recuerda a los acrocordones, ya sabes, esos pequeños pingajos de piel que aparecen en el cuello y las axilas y que solo se pueden extraer sometiéndose a tratamientos como el que proporciona el láser CO2 fraccionado. O eso o te resignas a vivir con ellos hasta el final de los días. Y aunque pueda parecer extrañamente forzado, todo ese barullo de los inofensivos pólipos fibroepiteliales me lleva a una historia que escribí hace varios años sobre un tipo que se enamora de una mierda humana que se encuentra durante un paseo matutino por un jardín. Una vez envuelta reverencialmente en un pañuelo de algodón orgánico, se la lleva a casa. A partir de ahí el asunto se complica un poco, pues la asea a diario mientras mantiene largas conversaciones con ella y la obliga a mantener relaciones sexuales, hasta que llega un día en que la caca se descompone y él termina totalmente hundido y abandonado por su familia y amigos. Sin embargo, en lugar de darse a la bebida, el tipo se inscribe en una academia de anderos y costaleros, se matricula cum laude y termina el resto de sus días portando algunas de las andas en las procesiones hispanas más importantes.

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