Email del 2 de octubre 2021

 

Banksy. Parachuting rat (2003)

La confusión avanzaba como si persiguiera a todos los niños que huían. En el impulso se detuvo frente a una puerta. Dentro vivían Pajarraco y Pertinencia. El primero, podólogo porcino de profesión, era un auténtico lameculos, aunque en el pasado, cuando todavía era un tipo honrado y respetable, hizo todo lo posible para curarme una dolorosísima metatarsalgia, y por eso siempre le estaré agradecido. Pertinencia soñaba películas. Algunos de sus sueños eran tan extraños que venían subtitulados desde la zona cortical posterior. El resto, al contener una especie de flogisto, podían fácilmente inflamarse, por lo que Pajarraco siempre escondía un cubo con agua en la puerta de su mesita. 

Todo ocurre por alguna razón. Por supuesto, este fundamento universal solo es extrapolable a los individuos que están convencidos de que el mundo no deja de ser un palimpsesto. Hay exégetas que han querido ver cierto grado de determinación tóxica en el hecho de que para poder continuar primero hay que detenerse para otear en todas las direcciones. Yo, yo creo que no existen las direcciones. Por lo menos tal cantidad de ellas. En realidad el camino es el mismo. También lo son sus falsas redirecciones. Por lo que el resultado de esa especie de reorientación no es más que un salto al vacío. Un salto estructurado y manufacturado con el único propósito de perder el uso de los sentidos.

Pajarraco confabulaba. Sus maquinaciones se disfrazaban de soflamas mientras acariciaban el lado capitidisminuido de Pertinencia. Este, caracterizado de reserva fragmentaria de fabricación manual y situado en la parte posterior de la cabeza, se encontraba repleto de determinaciones que revoloteaban alrededor de un concepto general poco o nada teórico. Los primeros indicios fueron una serie de diminutos deslizamientos casi abstractos, aunque progresivos, durante el conticinio del 13 de agosto, años después conocido como la noche del silencio exclusivo. Pertinencia abdicó sin conocer el significado de ese verbo. Dos días después, Pajarraco depuso sus impulsos y tosió en contra del viento.

A veces escucho cómo se mueven mis pensamientos. No, no estoy hablando de la actividad cerebral. Si la teoría es cierta, entonces las ratas que escarban dentro de mi cabeza… ¡Hace tiempo que no les pongo agua o comida! Sin embargo sé que todavía siguen con vida porque mis ideas corren despavoridas en esa única dirección de la que hablaba antes. Sí, creo que se podría decir que mi percepción está esclerotizada. ¡Supongo que debería cerrar esta bocaza! Ya me ha hecho bastante daño en el pasado. O eso o agenciarme una ratonera.