Email del 5 de octubre 2021

 

M.C. Escher. Dream (1935)

Su rostro era ovaladamente simétrico, aunque de serie, y los monstruos que se alojaban dentro de su cerebro tenían la capacidad de estremecer y sobresaltar a cualquiera que la mirase a los ojos o intentara mantener una conversación. Recuerdo el último día que hablé con ella. Habíamos coincidido en la calle, y como me sentía optimista me acerqué a su lado y la saludé con dos besos que congelaron al instante mi dicha transformándola en desesperanza y abatimiento. Cuando le pregunté cómo le iban las cosas no me respondió, simplemente enfocó mi rostro y dibujó una sonrisa extraña, como de inflorescencia mal perfilada transformada en infrutescencia resquebrajada. Obviamente, ella no era una flor, ni siquiera la de un cardo del género Dipsacus, por lo que decidí seguir mi camino disculpándome por las prisas. 

Cuando llegué a mi calle vi una figura que esperaba apoyada sobre la puerta del patio. Era ella. Por supuesto le pregunté cómo demonios había llegado antes que yo, pero se limitó a comerse una rosquilleta. Con cierto reparo la invité a subir a mi casa. Nada más abrir la puerta alzó los brazos como si fueran alas y entró revoloteando. Después de dar varias vueltas a la mesa del comedor se sentó sobre el suelo y comenzó a cantar unas frases realmente extrañas…

Nunca hablo,
pero canto en cuanto me doy cuenta de que… 
de qué, de qué, ¿por qué?
Batacazo, porrazo, vaivén, vuelco y trastazo.
Sensual, libidinoso, voluptuoso, lascivo y rijoso.
Jamás te creeré,
pero haré que te sientas el tipo más…
más, más, ¿amas?
Batacazo, porrazo, vaivén, vuelco y trastazo.
Sensual, libidinoso, voluptuoso, lascivo y rijoso.
No espero nada,
pero sé que lo que deseas de mí…
de mí, por ti, sin ti.
Batacazo, porrazo, vaivén, vuelco y trastazo.
Sensual, libidinoso, voluptuoso, lascivo y rijoso.

Mientras la observaba canturreando me di cuenta de que necesitaba meterle un buen polvo. A la mierda el interior de su quijotera. Me agaché y le acaricié el pelo que me resultó extraordinariamente sedoso. Luego intenté acercar mis labios a los suyos pero de repente noté algo extraño. Ni siquiera me dio tiempo de sacar la minigamuza y limpiarme las gafas, porque en menos de lo que tarda un rinoceronte negro en atravesar un cuerpo humano con su cuerno queratinoso, ella se transformó en un queso cheddar gigante. Tres minutos más tarde, de la parte superior emergió una especie de brazo terminado en filo que empezó a cortar raciones perfectas, mientras una voz cavernosa me obligaba a comerme todas las que pudiera y lo más rápido posible. Aunque la voz sonaba a un idioma extraño, por alguna razón entendía todo perfectamente. No había acabado de engullir la segunda porción cuando de la nada apareció otro queso, este todavía más grande que el anterior y con dos brazos cortantes que fragmentaron su completa enormidad en menos de lo que tardaría otro rinoceronte negro en cornear a un brujo senegalés repudiado. 

Afortunadamente, me desperté berreando y tan mojado como una hemorragia nasal. Mis sueños siempre habían sido extraños, pero este había batido todos los récords. Me recompuse como pude y me levanté a lavarme la cara. Mientras me secaba con la toalla, esta me mordió la oreja. Volví a gritar. Otro sueño. Otro maldito sueño dentro de un sueño. Me encontraba tan alterado que me dio por hacerme una paja para tranquilizar mis nervios, pero a mitad del proceso mi pene se estiró unos siete metros y se enrolló en una de las lámparas del techo. Otro jodido grito. Otro jodido despertar. Me tapé con la sábana. Seguí tapado varios días hasta que tuve las suficientes fuerzas como para levantarme y mirar mi reflejo en el espejo. Vi mi rostro ovaladamente simétrico, aunque de serie, y me imaginé los monstruos que se alojarían dentro de mi cerebro…