Email del 10 de noviembre 2021

 

Leonardo da Vinci. Bust of a man in profile with measurements and notes (1490)

Lo llamaré Sumrrarra Rarra. Es la única forma de expresar lo que siento por él sin experimentar miedo a posibles represalias. Rarra es un tipo que escribe, y no en los muros, sino en Word. Y aunque su estilo me parece delicuescente, egótico y desopilante, ya ha publicado siete libros, los cuales, todos menos uno, han sido en mayor o menor medida éxitos de ventas. Todavía recuerdo la sensación de asco y empalago que me produjo su primera obra editada, Exaltación infusa, una especie de ensayo biográfico largo (2356 páginas) en el que trata de clarificar qué es lo que sucedió en las tres horas y media siguientes a su concepción.  

«Mi padre acarició a mi madre en la mejilla y después se acarició a él mismo. Como la sensación de bienestar era tan inmensa, terminó acariciando a varios vecinos y al administrador de la finca. Luego los invitó a unos vasitos de vino blanco Don Simón, un caldo repugnante que acababa de ser lanzado al mercado del tetrabrik, y les echó un sermón sobre su hijo recién concebido, es decir, sobre mí, que parece no llegó a terminar porque se quedó completamente dormido». 

Pero si Exaltación infusa es terrible, su continuación, Exaltación elidida, es mortal de necesidad. En él, el autor (¡ja!) repasa su nacimiento, sus primeros meses como humano y las sensaciones perturbadoras que sintió cuando reparó en que era un ser superior y un genio. Y para contar todas esas patrañas sin sentido necesitó 2700 paginas, o lo que es igual, 2.160.000 vocablos repletos de pedantería, retórica simiesca, pobreza léxica y clichés antediluvianos. 

«Mamá era una santa. Y me cambiaba los pañales como lo haría una obsecuente virtuosa. Sin embargo mi padre prefería jugar con Orozco, un gato verdiamarillo inexistente, que ponerse a retirar mis mierdas, también verdiamarillas y licuadas. Y eso enfurecía al dios que yo llevaba dentro. Un día, mientras intentaba ponerme polvos de talco en el perineo le provoqué un dolor rectal con el poder de mi mente que le impidió andar de una manera varonil durante cinco semanas». 

Tras Exaltación infusa Sumrrarra Rarra entró en una fase estajanovista y escribió en siete meses tres continuaciones y una aberración novelada tituladas respectivamente Exaltación telúrica, Exaltación venática, Exaltación írrita y Exaltación de Piruja. La primera se centra en los ocho primeros años de vida de su autor, haciendo hincapié en algunos personajes familiares a los que culpa de injerencias arbitrarias y trivialidad serendípica continuada.

«Mi tío Caciano era incapaz de sentir empatía por los diminutos lepismas y a menudo los perseguía por las paredes con un encendedor de mecha en una mano y una caja de cerillas de la marca «Tres estrellas» en la otra. Un día Caciano desapareció mientras limpiaba un kilo de sardinas y mi tía, tras comerse los osteíctíos cupliformes rebozados, le echó la culpa a los pececillos de plata. La verdad es que mi tío se largó con una creyente piadosa iconófila que vendía estampitas de fray Leopoldo de Alpandeire los sábados y domingos en la Plaza Redonda».

Exaltación venática comienza en el punto donde finalizó la anterior exaltación y continúa hasta la fecha en que el protagonista cumple la mayoría de edad.  

«Mientras me reflejaba en el espejo llegué a la conclusión de que mi magnífico primer bigote rompería un sinfín de corazones femeninos, y por qué no, también de algunos masculinos. Cada vez que me atusaba mi «fridakahloniano» mostacho sentía que el hogar de mis progenitores se me había quedado pequeño y que debía abandonar el nido lo antes posible. Sin embargo también tenía claro que largarme implicaría verme obligado a pagarme, tanto el alquiler de una vivienda digna, como algunos vicios impropios».

Y llegamos al último tomo biográfico hasta la fecha, Exaltación írrita, que además de ser irritante, es un ejercicio de autocomplacencia que se extiende hasta la fecha en que decide enamorarse de Piruja. Sin embargo será en el siguiente compendio de necedades donde de alguna forma dedicará su amor a esta tipa, o dama, o señora, quizá bruja. 

«Indubitadamente estoy enamorado de Piruja, pero también estoy loco por mí. Si tuviera que elegir no sabría decidirme. Afortunadamente soy libre para amarme hasta el desquicio y libre para querer a Piruja. Sí, hay una gran diferencia entre amar y querer. Lo sé. Y me admiro por saberlo. Pero de la misma manera que soy incapaz de quererme a mí mismo soy incapaz de amar a Piruja. Amo a su perro. Amo su sonrisa. Amo y adoro las cosas que dice que hará cuando se sienta fuerte, pero no la amo a ella, solamente la quiero. No quiero a su gato. No quiero a su sonrisa. No quiero ni adoro las cosas que dice que hará cuando se sienta fuerte».  

Exaltación de Piruja, un librito extraordinariamente largo incluso para los estándares de Sumrrarra Rarra, y que al principio se tituló La cuantificación del caos, trata sobre la posesión. En sus 5398 páginas divididas en 4 tomos habla sobre la fruta, sobre el amor, sobre la jerga y las entrañas. Sobre la humanidad y sobre los acrocordones. Y sobre la incapacidad, la anosognosia, la gehena, la medrosía… ¡Y sobre Piruja! 

«Me como una pera ercolina. Me como otra pera ercolina. Me como una tercera pera, pero esta vez no es ercolina, sino conferencia. Se acerca Piruja y me pide que le escupa la carne de la fruta medio masticada sobre su cara. Luego me pide que le haga el amor. Mientras la penetro me suplica que la llame puta. Yo la llamo soputa, pero se enfada y me repite que la palabra clave era puta o ramera, sin prefijos».

Tras editar Exaltación a Piruja, Sumrrarra desaparece durante 8 años. Cuando al fin sale de su escondite, en lugar de garrapatear otra de sus insufribles exaltaciones compone las letras para una ópera rock semipornográfica, Vicisitudes de una ubre, donde destacan los temas, Esmegma rock, también llamado Un día en la vida de una recolectora de esmegma y Caca intensiva, un himno dedicado a la coprofagia muy mal recibido en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha y en el Principado de Asturias. Desde entonces, solo se deja ver en su nictofílico canal de Youtube, Intuición_hiphiphipnagógica, despotricando sobre todos los que confabularon, confabulan o confabularán contra él.