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| Pablo Picasso. The ironer (1904) | 
Amiga:
Cuando plancho la ropa, a menudo me imagino a mí mismo expandiéndome hacia un punto específico en alguna de las miles de millones de regiones finitas del universo, también llamadas agujeros negros. Durante algunas de esas introspecciones paradójicas y disparatadas, he podido llegar a constatar que mis propios argumentos críticos -extraordinariamente alejados de las diferentes reflexiones metodológicas difundidas por aquellos que se encuentran en el otro extremo, es decir, los que aman las arrugas difíciles- tienden a agruparse sobre sí mismos formando una especie de impulso errático y catatónico, cuya perspectiva utópica e inextricable tiende a la desobstrucción. Ahora bien, no siempre estas dilataciones temporales me producen insatisfacción y desutilidad. Afortunadamente, en algunas ocasiones -sobre todo en aquellas que tras sentirme como un jamón curado recién loncheado, ya sea por mi innata capacidad para obtener un secado impecable o porque he tenido algún problema al doblar las camisetas económicas estampadas- he estado al borde de la apoplejía, pero he logrado recomponerme y estallar en un júbilo clínicamente submongoloide a base de pensamientos contrafactuales más o menos noosféricos.
En realidad nunca me ha importado una mierda lo que pensaras de mí, fuera bueno o malo, sin embargo hoy quería hacerte partícipe de mis sentimientos más embarullados.
Te precia, aprecia y desprecia (según el día que tenga),
Greg «Noli me tangere» López