Email del 6 de agosto 2021

Tsukioka Yoshitoshi. Pedo a un demonio kappa en el aserradero de Fukagawa (XIX cent.)

 

Amiga:

No he sido capaz de conciliar el sueño en toda la noche, pues en mi cabeza rondaba una idea tan primitiva como un taparrabos confeccionado con hojas de higuera. Sin embargo, cerca de las tres de la madrugada la idea elemental se transformó en un pensamiento atrabiliario y sádico que a punto estuvo de tener consecuencias fatales para el nonagenario de mi vecino, que no paraba de soñar y bramar llamando a su madre y preguntándole compulsivamente dónde había guardado el almocafre y el escardillo, pues tenía ganas de escardar y desherbar. Como en esos instantes me encontraba bastante ocupado intentando trabar mis propios razonamientos noctívagos e inverecundos, decidí que por el momento le perdonaría la vida, o lo poco de esta que pudiera quedarle y acabé tirándome un pedo. Es curioso, siempre que me tiro un pedo me tranquilizo, sobre todo si este es bastante estruendoso. Pero cuál sería mi sorpresa cuando escuché unos golpes fuertes aunque irregulares en la pared. El vejestorio se había despertado y gritaba encolerizado que yo era un marrano. Y que como me tirara otro pedo tan ruidoso derribaría mi puerta golpeándola con el cayado de granadillo negro y me correría a hostias hasta llegar a Antananarivo.  

¿Te das cuenta de lo que tengo que aguantar? Mientras escribo esto, el viejo está haciendo la siesta y vuelve a gritar a sus muertos. Esta vez pide a su padre que le entregue el metate, ya que le gustaría moler un poco de maíz para la cena. Mientras él trata de despedirse del pasado a su manera, yo hago verdaderos esfuerzos para no pedarme, pues me conozco demasiado y no quiero que se repitan las amenazas de hace unas horas. 

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