Email del 23 de enero 2018

Rene Magritte. The musings of the solitary walker (1926)

Querida:

Tienes razón, últimamente solo escribo sobre la senectud en sus diversas manifestaciones, pero, seamos serios, a mi edad no creo que pudiera escribir sobre la nubilidad. Y si por alguna insólita e irreflexiva razón me atreviese, no creo que pudiera ser demasiado objetivo. Tengo 56 años, pero me pesan como si tuviera 735 o 736. Y eso que bebo agua Font Vella todo los días e intento pensar en positivo. Incluso tengo todas las paredes de la casa empapeladas con mensajes tipo: «sonríe», «la vida es bella», «hoy es un día para tener un gran día» o «recuerda ocultar el cadáver y deshacerte de las pruebas». A menudo pienso en la ventana de mi habitación. No es que sea diferente al resto de ventanas de mi casa, pero es la que me pilla más cerca para saltar por ella o para vomitar encima de la gente que camina por la calle. Lo que todavía no he llegado a entender es por qué pienso en esa ventana y no en media docena de mujeres en microkini. Quizá es que ya no me interesan las mujeres con tanta ropa encima, o puede que sea un tipo de conjuntos. Sea lo que fuere, en estos instantes de mi vida solo me interesa una cosa: el aguachirle. Cuando me trago cuatro o cinco litros en menos de cinco minutos, ya no me importan ninguna de las pequeñas cosas que hacen que me sienta inseguro, inestable y terroríficamente sexy cuando no voy ajumado. Pero no nos equivoquemos, vaya o no vaya tajado, el resultado siempre es el mismo: singultus.

Hace un par de días, cuando caminaba meditabundo por el Saler, un pescador me llamó «ternerito». Cuando me acerqué a él con el propósito de partirle el cráneo en varios pedazos del mismo tamaño, pudo verme mejor y entonces me dijo que le perdonara, que se había equivocado, que me había confundido con «otra». Eso le salvó de una muerte segura, pero no de que media hora después, aprovechando su ausencia le quemara la barca, el coche, la casa, el chalet de montaña y su bar preferido con todos sus clientes dentro. Y si no prendí fuego a toda la dehesa y sus pueblos circundantes es porque me quedé sin cerillas. Recuerdo que cuando caminaba de vuelta a mi barrio pensé que había sido un día perfecto y me puse a tatarear la canción del mismo título de Lou reed. Sin embargo, me equivocaba, pues cuando llegué a mi casa tenía una nota pegada con celo en el marco de la puerta que decía:

«Soy la oreja negra. Tienes tres días para pintarme de blanco»

Bueno, amiga, ahora debo meditar sobre ciertos sucesos que me impiden dormir de lado. Y no creo que sean flatos. Mañana volveré con más lamentos. Si no dispongo de lamentos intentaré conseguir sollozos o gimoteos.

Te aprecia, aunque casi nunca se acuerda de ti:

G

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Email del 22 de enero 2018

Man Ray. Return to reason (1921)

Cielo:

Soy un maestro eludiendo mis propias interpelaciones. Ni siquiera necesito hacerme trampa con los enunciados o las réplicas. No en vano provengo de una gran estirpe de eludidores profesionales que se remonta hasta el gran Amasvindo Lope Hinojosa que nació, vivió y murió hace 5 siglos en un pequeño municipio cerca de Valencia. Casado y con 9 hijos, Amasvindo regentaba una espartería mientras su esposa, Auxibia, se ganaba la vida como partera y, a veces, como plañidera, por lo que en más de una ocasión tuvo que asistir al nacimiento y al entierro de un mismo individuo. Pero no creas que disfruto interpretando el papel de un perito esquivador porque en realidad lo que me gustaría ser es un intrépido afrontador. Pero cada uno es como es. Y yo soy cobarde con todo lo que tenga que ver con la realidad o, por lo menos, lo que yo creo que es la realidad. Claro que ese todo que compone el mundo real es muy irreal. Y esa subjetiva irrealidad es a su vez real. Ya sé que es un tremendo lío, pero yo lo veo así. Por lo menos lo veo así la mayor parte de las horas del día, porque si hago el pino, lo veo todo cambiado, es decir, todo es irrealmente irreal, excepto la realidad real que es real e irreal al mismo tiempo. Por esa razón me gusta vivir en posición horizontal siempre que las condiciones mentales y corporales me lo permiten. En posición yacente no veo la realidad ni la irrealidad porque me duermo. Y dormido solo existe la oscuridad, que puede ser sombría o luminosa. La realidad sombría es bastante caliginosa, mientras que la oscuridad luminosa puede llegar a afectar a los nervios oculares si se mira con ojos inquisitivos. Así pues, y para resumir lo anteriormente desembrollado, la realidad causa verdaderos problemas a todo aquel que crea que lo sabe todo, mientras que la irrealidad no tiene efectos secundarios porque, básicamente, no tiene ganas de meterse en problemas y prefiere seguir rondando a su opuesta sufriendo sus devaneos en silencio.

Dentro de 15 minutos la realidad será diferente a lo que es ahora. Quizá porque en estos instantes mi realidad es circunstancial y espera cualquier atisbo de racionalidad para saltar por la ventana y largarse para siempre. Mientras espera algo que pueda trocar su propia realidad -todas las realidades tienen sus realidades y sus irrealidades- medita sobre sus cositas íntimas y sobre todo lo que pudo haber llegado a ser de haber nacido como una acción, o incluso reacción, y no como una maldita y poco efectiva sustantividad episódica. Y mientras los acontecimientos saltan y rebotan, las circunstancias ni se inmutan. Están demasiado ocupadas estrechando su propio espacio. Tienen que hacer sitio a esa barbaridad denominada ética, que no es más que una reunión ilegal de costumbres morales pasadas de moda.

Y ahora me voy a lavar la nariz y las orejas. Son los únicos lugares de la cabeza en los que todavía mantengo el pelo.

Greggggggggggggg

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Email del 21 de enero 2018

Jose Gutierrez Solana. «Dibujo para El fin del mundo» (1932)

Tus contrademostraciones pronto serán rebatidas por mis contraargumentaciones, así te dejaré un poco de espacio para que prepares tus contraindicaciones o contraproposiciones, lo que te apetezca en ese instante. Mientras, yo contrarrestaré ciertas contramanifestaciones vertidas por cierto tipo correveidile al que contradije por mostrarse contrario a mis contradicciones. No pienses que las dos anteriores frases son parte de un trabalenguas creado por un escanciador psicótico, porque no lo son. Simplemente trataba de escribir algo gracioso para ver si podía llegar a descuajaringarme un poquitín. Tengo un verdadero problema: ya nada me hace reír. Ni siquiera cuando medito sobre la edad que tengo o la que tendré dentro de 30 años. A veces me pregunto qué es lo que pensarán mis padres sobre el tiempo. Sobre el tiempo relativo a la duración, no a la metereología. Podría ir a su casa y preguntárselo a cada uno, pero entonces tendría que volver de nuevo a la mía y eso es una estupidez. Por esa razón ya no me muevo. ¡No me río, no me muevo!, ¿qué otra cosa podría intentar? Quizá dejar de oponerme a todo, pero entonces estaría firmando mi sentencia de muerte. Claro, que si llegara el caso podría dejar de morirme y seguir viviendo hasta que la mitad de la población mundial más uno dejaran también de morirse: entonces me moriría con una ferocidad y un tesón difícilmente imaginable en un ser tan independiente dependiente. Pero no quiero que creas que para mí la vida es más importante que la muerte, porque entonces estarías cometiendo un error de dimensiones colosales. Amo la muerte (olé), pero también la odio porque es dolorosa la mayor parte de las veces. Amo la vida, sobre todo cuando estoy borracho, pero al mismo tiempo me produce cierta repugnancia sensual difícilmente explicable. También amo a todos los que me aman, pero dejo de amarlos cuando dejan de amarme, sin embargo no odio a todos los que me odian, aunque tampoco los amo. Digamos que no existen para mí. Tampoco existen en mi entorno emocional los que me odian y aman al mismo tiempo, pero sí los que me odian más de lo que se odian a sí mismos. Odiar es sencillo, amar es una peligrosa gilipollez. Si tuviera que amar a cada uno por sus méritos, terminaría odiándolos por sus intereses. Al final siempre es lo mismo: se ama porque es tendencia, se odia por prudencia. Algunos aman para que se les ame, otros para que se les odie, pero todos los que odian lo hacen porque les pone a cien. Odiar produce unas sensaciones que no se pueden llegar a conseguir amando. ¡Esa sensación de sofoco tan maravillosa! Pero no el sofoco causado por la menopausia o la andropausia, sino por tomar conciencia de que uno es un hijo de la gran puta. En el pasado he odiado. En el presente, amo y odio, ya lo he comentado unas pocas líneas más arriba. En el futuro amaré a todos con un sentimiento tan suave, sencillo, tierno y real que seré recordado (pero no amado) por generaciones. Por las mismas generaciones que odiarán a todos mientras se aman y se follan a ellos mismos. ¡Y las fábricas de preservativos quebrarán! ¡Y Dios bajará de los cielos ataviado con un taparrabos y un hacha de filo aguzado! ¡Y la sangre correrá formando charcos, ríos y lagos! ¡Y todos los que hoy santifican las fiestas terminarán sodomizados por los cuatro jinetes! ¡Y los siete sellos se fundirán en un amasijo de carne quemada y proyectos inacabados sofritos! Todo volverá donde comenzó y el final será otro principio, ya que si el final fuera otro final, aunque fuera totalmente diferente, no tendría gracia.

Michel de Greg

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Email del 20 de enero 2018

William Orpen. Le chef de l’Hotel Chatham, Paris (1921)

Holaaaaaaaaaaaa:

Algún día no me levantaré. Aguardaré en la cama a la fauna cadaverica y dejaré que me mordisqueen. Puede que incluso te dedique mi estiramiento. Estiramiento de la patita, por supuesto. Pero hasta que ese momento llegue, voy a intentar seguir siendo el cocacolainómano nihilista imperturbable que he sido desde hace cinco décadas y media. Eso significa que debo alimentar a toda costa mi susceptibilidad e irritabilidad y tratarlas como un par de regalos únicos e irrepetibles. Ya sabes lo que pienso de la gente cándida, conoces mi asco infinito hacia ellos; estoy convencido de que en el fondo de su forzosa sencillez suelen esconder un maremágnum de ideas antagónicas adormecidas. Eso quiere decir que, o están actuando continuamente, o simplemente son unas bombas de hidrógeno ambulantes. Una vez tuve un amigo candoroso al que toda la gente amaba y seguía. Ya sabes, una especie de Jesús de Nazaret, pero sin barba ni toga y natural de un pueblecito de Castellón. Un día, este tipo sencillo e inocente, se casó con una chef, se matriculó en varios cursos de hostelería y al final acabó siendo también chef. Pero cierto día su mujer se enteró de que a él le gustaba muchísimo más que le llamaran Chof que chef y se sintió tan humillada que acabó pidiendo el divorcio y adoptando un shih tzu oligofrénico. Él por su parte cayó en una depresión tan horripilante que colgó la Toque Blanche y se dedicó a asesinar a patatas jóvenes a las que descuartizaba con un cuchillo de pelar, freía con aceite de oliva extra virgen y acababa comiéndose cada uno de sus pedacitos con una delectación tan repugnante que ni siquiera soy capaz de describírtela.

Cuando contaba esta historia a la gente, nadie quería creerla y pronto comenzaron a tratarme como a un tipo raro con serios problemas de inadaptación. Por eso me vi obligado a escribir El convivium diurno de Chof  y Sollastres. Ontogenia y filogenia, mis libros sobre la gastronomía y los secretos que algunos cocineros celosamente tratan de esconder. Si rescatas el segundo de la balda más baja de tu librería de serrín compactado y lo abres por la página 276 te darás cuenta de que no existe tal página, ya que los textos finalizan en la 275, pero por lo menos habrás hecho algo de gimnasia pasiva.

Como verás, el texto de hoy, además de lamentable, vacío y forzado, sigue la tónica de mis últimos emails, es decir, glorificación absoluta a la dejadez más insoportable. Puede que algún día escriba sobre el esmero llevadero, pero por el momento tendrás que seguir aguantando mis memeces y encima poner buena cara. Es lo que pasa por tener amigos como yo. Espero que en tu próxima reencarnación hayas aprendido algo.

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Email del 19 de enero 2018

Victor Brauner. Suicide at dawn (1930)

Amiga mía:

Esta mañana olvidé las gafas encima del balafón y salí a la calle en plan Mister Magoo. Mi primer tropezón fue con un niño de unos siete años al que estuve a punto de estrangular cuando me pisó los botines Dr. Martens. Sin embargo su madre se portó maravillosamente conmigo y solo me gritó insultos elogiosos, como que yo era la cosa más asquerosa que había tropezado con ella en sus 34 años de existencia. La verdad es que el resto de mi incursión callejera fue todavía más penosa, pues en un momento dado me metí en una funeraria y pedí que me pusieran dos kilos de judías. No te voy a contar lo que sucedió después porque no quiero resultar un plañidero tremendista. Solo te diré que el regreso a mi casa duró cerca de cuatro horas porque cuanto más creía que me acercaba a mi calle, más me alejaba. Al final acabé en un barrio sucio y peligroso repleto de tipos semejantes a los delincuentes que suele dibujar Ibañez como antagonistas de Mortadelo y Filemón. Supongo que si no acabé tirado en una acequia con varias puñaladas en el tórax fue por pura suerte.

Me pesa tanto la cabeza. Supongo que tú no tendrás algunos arbotantes, ¿verdad? Te lo pregunto porque me siento tan recargado como una maldita bóveda de crucería gótica. Todo me resulta tan extraño, tan penoso e incomprensible. Si tuviera valor me tragaría media docena de ranas punta de flecha. Sospecho que con la mala suerte que tengo acabaría en una farmacia de guardia suplicando por un par de sobres de Almax. ¿No crees que los días y las noches humanas son como un cenote repleto de huesos sacrificiales? A veces intento sonreír, pero la mayor parte de las veces me es imposible. Otras me carcajeo sin motivo aparente. ¿Debería subir a la Penyagolosa y arrojarme al abismo? Pero si lo hago, ¿es mejor con el estómago lleno o vacío? ¿Con gafas o sin ellas? ¿Es posible lanzarse cantando? Claro que también me queda la posibilidad de seguir aguantando toda la mierda. Al fin y al cabo, he aguantado tanta que creo que si me eximieran de tragar las dosis correspondientes me volvería mucho más neurótico todavía.

Hace un rato he preparado un discurso. En realidad quería prepararme un sándwich pero no me quedaba pan de molde integral sin corteza. En dicha disertación hago un llamamiento a los dioses primordiales o exteriores de Lovecraft, sobre todo a Yog-Sothoth y a Nyarlathotep, para que se presenten lo más rapido posible en cualquier parte del planeta y lo conviertan en burbujitas de colores.

Greg

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Email del 18 de enero 2018

Vasiliy Ryabchenko. The triad (1989)

Querida:

Tú padeces, o mejor sería decir, disfrutas, de tu furor uterino con alegría e insensatez; yo, sin embargo, no siento ese sentimiento (me refiero a la alegría, no al furor uterino) desde hace varias décadas. ¡Ni siquiera tragando grandes dosis de carbonato de litio! Por eso soy el despotricador anhedónico y no el inspirador armónico. Tampoco el esmerador mutagénico o el estrujador histriónico. Y ya que mi psiquiatra no se atreve a practicarme una lobotomía transorbital, ni siquiera chantajeándolo con hacer público su disformismo sexual, he decidido salir a la calle por primera vez en ocho meses y… ¡Ese es el problema, querida! No sé qué hacer en la calle. Se me ocurre que podría callejear, pero entonces me sentiría un ser prostituido. ¡Todo el mundo callejea! Algunos incluso callejean cereando. No intentes buscar el falso verbo «cerear» porque no existe. Por eso te escribo. Necesito que me indiques qué puede hacer un tipo con trastorno tripolar como yo. Sí, ya sé que yo siempre quiero ser más, pero mi tripolaridad es verdadera. Yo la descubrí. La verdad es que fue por casualidad. Me encontraba pensando una manera factible de quitarme los calcetines sin usar las manos, cuando una voz perfectamente modulada, que en un principio creí que provenía de alguna parte de ninguna parte, pero que al final deduje que venía de la parte trasera de la parte delantera del cuartito que utilizo para planchar la ropa, me ordenó que fuera un paso por delante. Cuando me adelanté un paso, la voz se transformó en una gran mano que me sacudió un cachete en la nuca y luego volvió a convertirse en voz. Y la voz se atrevió a vomitarme que yo era el tipo más imbécil que había conocido en toda su existencia vocalizadora y que no tenía remedio. Cuando me arrodillé y le rendí pleitesía, la voz, gruñendo como un cerdo cojo, manco y ciego, se puso a entonar El Tiroliro con acento descuidado y yo me desmayé. Cuando recobré la conciencia supe que era tripolar. Entonces me puse a triscar y a trincar. Y cuando terminé de triscar y trincar, llamé por teléfono al «Club las tritonas tristonas» y solicité con urgencia dos señoritas poco triponas para intentar mi primer trío. Y mientras esperaba medité sobre las triadas y los tripletes, pero también sobre los triunfos, las tribulaciones y los trimestres. Y cuando terminé de imaginar, me dirigí a la cocina y me comí una pera trizada. Podía haberme zampado un espárrago triguero triturado, pero no quería resultar un ser trillado.

Necesita ayuda urgentemente:

Trig López

Email del 18 de enero 2018 Leer más »

Email del 17 de enero 2018

Jean-Michel Basquiat. Irony of the policeman (1981)

EL NUEVO CASO DEL SARGENTO ALCÁZAR (Diálogo para una posible emisión radiofónica ilegal)

SARGENTO ALCÁZAR: Su situación, no quiero mentirle, es muy delicada. Debería contarnos la verdad. No quiero volver a escuchar más embustes. Para mí sería más cómodo llamar a un abogado que le represente y lavarme las manos. Pero quiero que se sincere con Dios.
TESTIGO OCULAR: Está bien. Le contaré todo tal y como sucedió. Verá, los forenses realizaron un descubrimiento que lo cambiaba todo, pero como en aquellos momentos todo, era simplemente algunas cosas, se callaron e intentaron falsificar el informe, aunque con las prisas se equivocaron y falsificaron el uniforme. A la mañana siguiente el uniforme fue robado de su percha por un ladrón demente que se lo vendió a un tratante de acémilas que lo usó para no mancharse su propia ropa en la época de apareamientos y luego lo arrojó a la basura, de donde fue recogido por una madre de alquiler repudiada. Esta lo lavó y planchó y se lo regaló a su proxeneta, que también era su repudiador. ¿Me sigue? Al chulo, que era un mal tipo, aunque no tanto como otros alcahuetes famosos, no se le ocurrió otra cosa que usarlo como mantel de su mesita camilla. Adoraba esa mesita desde que su anterior repudiada se lo regaló con la única intención de no volver a ser repudiada por segunda vez, pero los bolsillos molestaban e impedían que los vasos de tequila José Cuervo no acabaran derramados. Quizá por esa razón, el Maldito, que es como a él le gustaba que le llamaran, decidió deshacerse de la ropa como fuera. A veces, esta vida es extraña y cada uno de esos «como fuera» acaban siendo como son, es decir, estupideces. ¿Acaso no se puede calificar de estupidez ir a estrangular a alguien y dejarse el uniforme al lado del cadáver? Así pues, el jodido uniforme acabó por segunda vez en tres semanas en las manos de los forenses que se habían equivocado anteriormente. Y que se volvieron a equivocar. Y a los que no les quedó otra opción que falsificar las pruebas para no ser despedidos. Y las pruebas eran ese uniforme. ¡A pesar de todo, volvieron a equivocarse y falsificaron el informe! Pero no el informe inicial, sino el informe de desahucio que uno de ellos había recibido por no pagar las últimas 600 mensualidades de la vivienda que compartía con su novena amante.
SARGENTO ALCÁZAR: Continúe…
TESTIGO OCULAR: Pues al falsificar un informe que no era procedente al caso, se descubrió que ambos participaban en una competición sexual que se habían impuesto. Quizá por esa razón cometían tantas equivocaciones. El caso es que Pamela lo descubrió y…
SARGENTO ALCÁZAR: ¿Pamela? ¿Quién es Pamela?
TESTIGO OCULAR: La mujer de uno de ellos. Cuando se enteró de que su marido era una ONG de esperma intentó que fuera procesado colocando pruebas falsas en su despacho. Pero también se equivocó, porque como era de noche y no encendió las luces para no ser descubierta y puso las pruebas en el despacho del otro forense, que era neurótico hasta el paroxismo y que estalló en sollozos cuando se enteró que una de sus amantes preferidas, es decir, la mujer de su colega, amigo y competidor, lo había traicionado.
SARGENTO ALCÁZAR: Creo que me he perdido. ¿Quiere decir que esa Pamela se acostaba con ambos forenses y quiso traicionar a su marido porque…?
TESTIGO OCULAR: Porque su marido la engañaba con todas. ¡Con todas!
SARGENTO ALCÁZAR: Verá, yo pertenezco a la generación del Baby-boom, pues nací en 1954. Los bebés baby-bomers somos un poco cortos de mollera. ¿Me está diciendo que ese tipo, ese forense era un maldito viejo semental?
TESTIGO OCULAR: Lo era. Lo era.
SARGENTO ALCÁZAR: Pero las evidencias demuestran que…
TESTIGO OCULAR: ¡A la mierda las evidencias! ¡Perdón!
SARGENTO ALCÁZAR: Puede continuar, pero como vuelva a tener otro ataquito…
TESTIGO OCULAR: ¿Continuar? Me he perdido. No para de cortarme y…
SARGENTO ALCÁZAR: Estaba en que se sintió traicionado…
TESTIGO OCULAR: ¡Eso es! Se sintió traicionado y después de poner las pruebas falsas en su despacho se fue a una orgía que tenía programada desde hacia unos meses. ¡Espere!
SARGENTO ALCÁZAR: ¿Qué?
TESTIGO OCULAR: ¡No era una orgía! ¡Era un bukake! Un bukake con con dos equipos federados de esgrimistas.
SARGENTO ALCÁZAR: Comprendo. ¿Y qué sucedió entonces?
TESTIGO OCULAR: Que ella disfrutó mucho…
SARGENTO ALCÁZAR: Me refiero a qué sucedió con los dos forenses…
TESTIGO OCULAR: Uno de ellos huyó a la Argentina y se dedicó a entrenar loros y cotorras. Creo que uno de sus papagayos quedó campeón mundial de recitamientos de salmos. Para ser exacto, del Salmo XIX. Luego, meses más tarde regresó a España y se le perdió la pista. Ustedes deberían saber dónde se encuentra. En cuanto al otro, después de quemar el edificio donde tenía el despacho para borrar las pruebas que le incriminaban, ya sabe, las que puso la furcia de su mujer, sufrió un tremendo ataque caníbal y falleió en completa soledad.
SARGENTO ALCÁZAR: ¿Falleió?
TESTIGO OCULAR: ¿Qué es falleio?
SARGENTO ALCÁZAR: ¡Usted ha dicho falleió!
TESTIGO OCULAR: ¡Yo no he dicho falleió!
SARGENTO ALCÁZAR: Dijo que sufrió un tremendo ataque caníbal y falleió en completa soledad.
TESTIGO OCULAR: ¡Falleció!
SARGENTO ALCÁZAR: Y después de fallecer en completa soledad, ¿qué sucedió?
TESTIGO OCULAR: ¿Y yo qué sé? Supongo que vería el tunel y la luz blanca…
SARGENTO ALCÁZAR: Creo que usted es un completo imbécil. Si de mí dependiera, ahora mismo lo metíamos en una habitación y le extirpábamos la memez en menos de tres o cuatro horas. Los golpes bien dados a menudo obran milagros. Sin embargo lo voy a poner en libertad. Esta sociedad necesita a los idiotas en sus calles. De esa manera, algunos podemos ganarnos honradamente un sueldecito que ayuda a mantener a nuestros hijos. Eso no quiere decir que los hijos de nuestros hijos vayan a ser tan estúpidos y cretinos como usted. Afortunadamente, el futuro es impenetrable…
TESTIGO OCULAR: O sea, ¿que no se puede follar?

Email del 17 de enero 2018 Leer más »

Email del 16 de enero 2018

Paul Klee. Contemplation (1938) 

Hace un rato me he puesto a practicar yoga, pero como jamás en mi vida había intentado hacer una asana, lo que me ha salido sería perfectamente denominable como churro-yoga. En un momento dado, mientras intentaba pasar el cuello por detrás de la oreja y deslizar el coxis a través de la rodilla izquierda, he escuchado una especie de ruido semejante al que produce con las fosas nasales un experto en álveos cuando va a buscar uno y encuentra dos, además, bifurcados. Como vivo solo y el último perito en lechos fluviales que conocí se hizo el harakiri un mes después de que alguien le asegurara que la vida es una autentica mierda, deduje que eran mis huesos quienes producían esos crujidos lamentables. Pero no entiendo por qué te cuento esto. Tú también eres vieja y debes escuchar sonidos extraños. En realidad quería expresarte la alegría que siento por haber podido acabar la primera frase de mi nuevo libro. Te la pego:

«En algún momento después de la medianoche, un carpintero disfrazado de prostituta abrió la puerta de su taller y encontró un pintalabios y medio kilo de serrín».

Como observarás, es una oración contundente que no deja ninguna duda sobre a qué clase de público está destinada su lectura. Claro que al paso que pienso parte de la trama y la transcribo al papel, para cuando termine de escribir el relato, el público preparado para entender mis textos ya estará listo para comprender a Baruch Spinoza, o incluso a James Joyce. Algunas veces me habrás escuchado decir que escribir es tan doloroso y frustrante como untar con crema la fisura anal de una hiena. Pues sigo pensando lo mismo, pero cambiando al hiénido por un marsupial dasiuromorfo de la familia Dasyuridae. Sin embargo, ¿qué sucede cuando dejo de escribir? Pues que tengo más tiempo para mirarme al espejo y salivar. Y tiendo a masturbarme menos. No quiero decir que el hecho de contemplarme reflejado en un espejo haga menguar los increíbles deseos de proporcionarme placer a mí mismo, sino que me la «maravillo» menos porque dedico ese tiempo a contemplarme. Y cuando me contemplo, nada que no sea contemplarme tiene valor. Porque cuanto más me contemplo, más necesito contemplarme. Y solo contemplándome llego a conclusiones sinceras, como que los abrevaderos naturales son una trampa mortal para las hembras en celo.

Por paradójico que pueda resultar si se mira sin lentes, mis conclusiones no me resultan contraproducentes. Te lo volvería a repetir para que lo entendieses mejor, pero si quieres que te sea sincero, deberías repetírmelo tú a mí porque no tengo ni idea de lo que pretendía decir. Y si además pudieras explicármelo con ejemplos y diagramas, el barrizal que ahora es mi vida se transformaría en un lodazal.

Te quiere (cuando no se contempla):

Greg

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Email del 14 de enero 2018

Eric Fischl. Birthday boy (1983)

Querida:

Ayer por la tarde estuve en una frutería paquistaní; en cierto momento, me acerqué a su dependiente y le aseguré que mañana -es decir hoy- era mi cumpleaños, que cumplía nada más y nada menos que 56 y que era lo suficientemente inteligente como para no celebrar nunca ningún jodido aniversario. También le comenté que la verdadera edad está en el interior de cada uno y que tener buenos amigos es lo más importante en esta jodida y alienada existencia. Cuando terminé mi dramática ponencia, él simplemente me contestó, eso sí, con mucha determinación, «2 euros el kilo», así que le pagué por el kilo de nada y me largué a otro ultramarinos.

Recuerdo el día que cumplí 18, pero también recuerdo la noche en que un matón tabernario me robó el mechero. Aunque no sirva para hacer avanzar el texto, te diré que era un mechero Bic de color siena pálido que al mismo tiempo era mi talismán. A partir de ese momento ya nunca tuve suerte. Y la prueba de ello es que ya tengo demasiados años, una gilipollofobia que va en aumento, y esa maldita lítost que me acompaña con tesón de acémila silvestre a todos los lugares.

Espero que NO me felicites.

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Email del 13 de enero 2018

Raphael Kirchner. Fables (1903) 

Querida:

Hay una historia vallisoletana que narra el encuentro entre un vallisoletano y una vallisoletana. El vallisoletano, que buscaba respuestas profundas a sus preguntas interiores, se acercó a la vallisoletana, que tenía fama de pitonisa profunda, y le preguntó cuál era el camino verdadero para llegar a alguna parte. La vallisoletana se sentó en el suelo de una forma reverencial, se ajustó un pecho que se le había desajustado al sentarse de esa manera tan reverencial y se sonó las narices, también de una forma bastante reverencial. Mientras se guardaba el pañuelo repleto de flemas profundas y reverenciales y se desajustaba el otro pecho, que para llevarle la contraria a su gemelo se había ajustado por su cuenta, soltó una serie de frases tan profundas, arriesgadas, luminosas y sinceras que hicieron que la persiana de una ventana que hasta el momento había permanecido enrollada se desenrollase y se volviera a enrollar. El vallisoletano pensó que eso era un mensaje o incluso una especie de milagro del más allá y se marchó de la casa cargando felicidad, conocimiento y la persiana al hombro, por lo que la gurú vallisoletana no tuvo más remedio que denunciar al vallisoletano por hurto y falso bienestar y este acabó entre rejas y siendo sodomizado a regañadientes casi a diario.

La esencia de esta pequeña parábola vallisoletana nos recuerda que no se puede entrar en cualquier hogar para llevarse una persiana enrollable sin pedir permiso a sus propietarios. Ni siquiera una celosía. Espero que esta bonita fábula te enseñe cuál es el derecho primordial de las personas de bien y de qué manera se puede trastocar la propia existencia si uno se excede, se propasa o se extralimita por no coger el coche y hacer una visita a Leroy Merlin.

Te quiere

Greg

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